GESTIÓN DE LA EMOCIÓN: LA TRISTEZA

La actual cultura del bienestar, tiende a bloquear o negar las emociones que considera negativas. Cada emoción, que es el reflejo de nuestro mundo interior, nos genera una sensación agradable o desagradable y de allí surge la idea de que existen emociones positivas y negativas. Toda emoción nos provoca una reacción somática que nos prepara para responder adecuadamente ante una determinada situación. La tristeza producto de la pérdida de un ser querido, por ejemplo, puede originar en nosotros el llanto, que nos ayuda a liberar el estrés y aliviar el dolor; o producir inactividad y desmotivación, que nos sirve para fomentar la reflexión y el análisis de tal pérdida, para pedir ayuda y recibir actitudes de cuidado de los demás, cumpliendo así su función social. Negar la tristeza, además de empeorar el dolor por sentirnos aislados en un momento vulnerable, nos hace perder la oportunidad de recibir el aliento que nos produce un sentido abrazo que nos recuerde que no estamos solos. Así como se comparte la alegría, permitámonos también, compartir nuestro dolor con quienes nos aman. Aceptar nuestras emociones, nos permite conocernos más para satisfacer mejor nuestras necesidades.

Una vida saludable, además de la física, está basada en la madurez emocional que no viene de manera natural como vienen los años. Es un aprendizaje que requiere de mucha fuerza de voluntad para saber decir adiós y desapegarnos de cosas, situaciones y relaciones que nos producen dolor y ansiedad. Quitarnos el miedo de mirar hacia nuestro interior y limpiar ese dolor acumulado que ocupa espacio, que le resta lugar a lo nuevo positivo, para poder aceptar, evolucionar, actuar más y quejarnos menos… en suma, sanar. “Trozos y trazos de historias” es un breve recorrido de ese largo camino que, a través de cuentos y poemas, nos invita a la reflexión, a una toma de conciencia de saber que no estamos solos en esta tarea, que buscar ayuda profesional y el apoyo de la gente que nos ama, siempre será la mejor alternativa.

Es un relato para reflexionar sobre cómo nuestros adultos mayores, hoy, deben lidiar con el vertiginoso avance tecnológico que, aunque nos alivia la vida en muchos sentidos; a ellos los relega, pues el proceso del envejecimiento conlleva la pérdida o disminución de la memoria, de la capacidad de procesar información, de oír, de ver, de la destreza manual, de la movilidad, de la fuerza y de la resistencia. Una buena salud familiar incluye el cuidado y atención que les brindamos a nuestros adultos mayores.

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