GESTIÓN DE LA EMOCIÓN: LA TRISTEZA
La actual cultura del bienestar, tiende a bloquear o negar las emociones que considera negativas. Cada emoción, que es el reflejo de nuestro mundo interior, nos genera una sensación agradable o desagradable y de allí surge la idea de que existen emociones positivas y negativas. Toda emoción nos provoca una reacción somática que nos prepara para responder adecuadamente ante una determinada situación. La tristeza producto de la pérdida de un ser querido, por ejemplo, puede originar en nosotros el llanto, que nos ayuda a liberar el estrés y aliviar el dolor; o producir inactividad y desmotivación, que nos sirve para fomentar la reflexión y el análisis de tal pérdida, para pedir ayuda y recibir actitudes de cuidado de los demás, cumpliendo así su función social. Negar la tristeza, además de empeorar el dolor por sentirnos aislados en un momento vulnerable, nos hace perder la oportunidad de recibir el aliento que nos produce un sentido abrazo que nos recuerde que no estamos solos. Así como se comparte la alegría, permitámonos también, compartir nuestro dolor con quienes nos aman. Aceptar nuestras emociones, nos permite conocernos más para satisfacer mejor nuestras necesidades.